FORMACIÓN CIUDADANA…ESTRATEGIA PARA UNA BUENA GESTIÓN PÚBLICA

Fotografía D.R.A.




Si miramos al interior de nuestros hogares, dentro del orden que se supone debería existir, podríamos observar muchos objetos de uso domestico desperdigados y olvidados en sitios inadecuados. 






Tal es el caso de utensilios de cocina (platos, vasos, cubiertos), aquellos propios de dormitorios, cepillos dentales, peines y otros elementos de aseo personal; y si se trata de la ropa sucia (interiores, camisas y otras prendas de vestir), mire al interior del baño y de los cuartos  y se dará cuenta que el uso del talego o cesta no es tal y que muchos de los implementos que hemos adquirido para el depósito de los enseres de uso cotidiano, solo se traducen en lo que hoy se conoce como
“obsolescencia programada”. ¡Ah...! Y ni se diga de la basura que diariamente se genera en la actividad doméstica en nuestras viviendas, ahí sí que nos ganamos el primer lugar, por el mal manejo y la no clasificación de los desechos (orgánicos e inorgánicos) y por el no cumplimiento de las normas que reglamentan su recolección.

Si todavía es renuente a creer en estas frecuentes actitudes que ponen al descubierto una mala costumbre  hogareña,  diríjase ahora a cualquier lugar público de su preferencia y observe a su alrededor. Con su mirada acuciosa, seguro que percibirá alguna de las muchas situaciones inapropiadas que a diario ponen en entredicho el comportamiento de “buen ciudadano”. Por eso, no se asombre si en el lugar escogido, un “analfabeta funcional” enemigo del “Manual de Carreño”, se sienta a su lado con sus ancas (nalgas) sobre el espaldar de la banca, los pies por encima en donde se deben aposentar los glúteos (nalgas) para degustar algún ligero aperitivo y observar como los desperdicios irán a parar a cualquier otra parte, menos a la cercana caneca de basura disponible para su recolección. Tampoco se sorprenda, si en algunos lugares “estratégicos” de la ciudad, percibe olores nauseabundos cuyo origen y naturaleza son por demás conocidos y pueden estar asociadas a la reiterada acumulación de materias fecales y volúmenes de orines, dejadas como evidencia de una indigestión o necesidad fisiológica incontrolable y lo que es peor, por falta de previsión de la alcaldía al no instalar un servicio de Sanitarios Públicos.

Aunque los antecedentes de este reiterativo comportamiento ciudadano (individual y colectivo) son abundantes, no podríamos dejar de señalar la incomodidad para el transeúnte y la magnitud de suciedad que genera la economía informal. La falta de conciencia de las personas que ejercen dicha actividad, llámese moto-taxista, vendedores ambulantes (de frutas, de comidas y otras.) hacen de su trabajo, un caos general. Y para cerrar estas referencias, señalaremos uno de los casos más  emblemáticos en cuanto a irresponsabilidad vecinal, como es la costumbre de arrojar a los cuerpos de agua (ciénagas, caños y canales de desagüe de aguas servidas o aguas negras) todo tipo de desechos (colchones, llantas, animales muertos). Las consecuencias de esta pérdida del sentido común, no son otras, que los acostumbrados desbordamientos e inundaciones y la aparición de enfermedades como el paludismo, dengue, hepatitis, etc. que afectan a los habitantes y moradores de  populosos barrios y sus localidades.

En las anteriores referencias, hemos señalado al individuo y a los grupos de ciudadanos como protagonistas. Y es que el hombre, en su condición de principal agente de equilibrio, desde el punto de vista de los intereses humanos, el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales y las actividades socio-económicas que realiza diariamente para lograr una mejor calidad de vida, debe cultivar o reafirmar su compromiso de “buen ciudadano” en lo individual y colectivo, para lograr lo que se conoce como “sentido de pertenencia”.  

Lo antes expuesto no excluye en modo alguno, la responsabilidad de los alcaldes en representación de sus municipios y por el contrario, debe darle estricto cumplimiento a todas y cada una de las facultades que prevén las leyes y reglamentos en cuanto a los servicios públicos que deben atender y prestarle a la ciudad y al ciudadano. Pero hay que aclarar, que una “buena gestión pública” no se mide únicamente por los servicios o por la cantidad y calidad de las obras que se logren ejecutar en un periodo determinado. Ella también se aprecia por la formación ciudadana y el cambio de conducta que pueda lograrse en los individuos, a través de políticas y estrategias educativas como foros, charlas, conversatorios, la publicación de boletines ilustrativos del “deber ser” del ciudadano y otras orientadas a enaltecer la identidad socio-cultural, el respeto por el patrimonio público de la ciudad y el acatamiento de la regulación y ordenamiento municipal como valores para el desarrollo y el progreso. 

Prof. Orlando R. Pereira Bustillo
E-mail: orlandopereira27@hotmail.com
Twitter: @OrlandoPereiraB

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Excelente articulo