LA RESPONSABILIDAD DEL DOCENTE UNIVERSITARIO

Imagen D.R.A.



Uno de los males que sufre la sociedad actual es la ausencia de principios y valores éticos y morales. 


El  irrespeto, lo superfluo, la insensatez, el facilismo, lo subjetivo, lo irracional predominan sobre el respeto, la humildad,  la honradez, las buenas costumbres, la razón. 






Si nos ubicamos en el ámbito educativo, es frecuente encontrar en las universidades indicadores de estos males, algunos representados en apatía, incumplimiento del deber, irrespeto a los bienes y a las normas y reglamentos institucionales, intolerancia, corrupción, irresponsabilidad, escasa identificación con  propósitos, planes y estrategias, limitado sentido de pertenencia,  predominio de objetivos personales sobre los institucionales. Situación ésta que merece especial atención por la consecuente pérdida de reconocimiento y  desprestigio para la universidad y sus miembros.

Aún cuando estamos conscientes de que esta situación involucra a todos los integrantes de la comunidad universitaria,  centramos la atención en el personal docente, por su responsabilidad  como educadores y formadores, así como también por considerar que,  aún cuando es inevitable que, como en las mejores familias, se presenten divergencias o posiciones encontradas durante el cumplimiento de sus labores académico-administrativas, lo lógico sería utilizar la ecuanimidad y la racionalidad para la búsqueda de soluciones y acuerdos inteligentes, siempre en un ambiente de tolerancia y sensatez que conlleve a conciliar y armonizar posiciones respetando las diferencias. 

En este contexto, es preocupante reconocer que en muchas ocasiones, los tratamientos y respuestas que se dan a las divergencias, distan mucho de ese espíritu conciliador, dando paso a conflictos y barreras comunicacionales que a veces se traducen en  comportamientos impropios del nivel universitario, agravados por la insensatez y el lenguaje destructivo, con el consecuente efecto negativo para el logro con calidad, de la misión  universitaria. 

Mas grave aún, nos debemos a nuestros estudiantes y a una  colectividad que percibe y se informa de tales ocurrencias, nos evalúa y se forma juicios que lejos de favorecernos, nos perjudica. Ante esto, me pregunto: ¿Qué tipo de mensajes estamos enviando a estudiantes, a otros miembros de la comunidad universitaria y al entorno con nuestras actuaciones? ¿Tenemos claro nuestro rol como docentes?. Recordemos que si los mensajes que transmitimos contienen alta dosis de carga negativa, la respuesta que recibamos tenderá también a ser negativa.

Finalmente, estoy convencida de que debemos cambiar de actitud respecto a nuestra responsabilidad como docentes y asumirla con mística y entrega para legar así  la universidad que se merecen las futuras generaciones. Enfrentemos las diferencias con racionalidad, altura y respeto; actuemos con responsabilidad, honradez y compromiso; proyectemos al entorno mensajes constructivos  de toda la rica y variada gama de producción científica, aportes, premios, reconocimientos, planes y programas que, entre otros, tenemos.  Aprovechemos la riqueza humana para construir, para crear y recrear, para fomentar y practicar la hermandad y la convivencia; para educar en valores. 

Es nuestro desafío.

Prof. Rosa Rosal de Pereira
Twitter @OchiRosal

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