Fotografía D.R.A. |
Estudios demográficos indican que para el año 2013, la población de Colombia estuvo ligeramente por encima de los 48 millones de habitantes, geográficamente ubicada en los cuatro puntos cardinales del territorio nacional, con un gran número de ellos, residenciados en otras naciones del mundo.
Si bien esa población mayoritariamente la encontramos asentada en las grandes ciudades y demás zonas urbanas, su presencia también es notoria en apartadas regiones del Llano adentro, parte insular y en lugares selváticos distantes de cualquier vestigio de civilización.
Como es de esperar, en tan numerosa población no nos resulta sorprendente, encontrar una gran riqueza étnica con culturas, costumbres y comportamientos sociales ancestrales diversos.
Cualquier estudio sociológico al respecto, también dejaría en evidencia algunas de las características más comunes de la mayoría del pueblo colombiano, como son, su gran laboriosidad e inventiva, su espíritu alegre y festivo, su capacidad para sobreponerse a la adversidad, su gran solidaridad social, su demostrada educación y amabilidad, así como el interés por su preparación personal y familiar. Pero a esa identidad propia de la gran mayoría de colombianos decentes, respetuosos y con gran sentido de pertenencia, se le contrapone la actitud delincuencial de unos cuantos desadaptadas socialmente, para quienes el respeto a la vida, a los bienes ajenos y a las leyes como instrumentos que norman la dinámica social, la sana convivencia y la tolerancia, no tienen ningún significado.
Sin detenernos a explicar las posibles
causas que pudieron haber dado origen a estas estructuras criminales y bandas delincuenciales, generadoras de todo
tipo de violencia que atentan contra la paz, la tranquilidad, la vida de los
ciudadanos e impiden su movilidad y avance en la escala social y en el orden
económico, no podemos dejar de señalar la gran deuda que tiene el estado
colombiano, al no proveer a los sectores más deprimidos, de una formación,
pertinente y oportuna para el trabajo, el deporte y la cultura, como tampoco el
diseño de políticas públicas accesibles y adecuadas, que estimulen la
iniciativa individual y de las familias de mayor vulnerabilidad, lo cual se
traduce en altos niveles de desempleo y crecientes índices de pobreza en la
mayoría de las ciudades del territorio nacional. A esta especie de disfunción multi-orgánica del
estamento público gubernamental (nacional, departamental y municipal), se le
suma un nuevo gradiente social, como es el fenómeno del “desplazamiento forzoso” y hasta el “desplazamiento inducido”, cuyas migraciones van estableciéndose
como cinturones de marginalidad, miseria y promiscuidad en las ciudades.
Consecuencia de ello, son las
acciones delictivas, tales como el secuestro, la extorsión, el sicariato, el
paseo exprés, los atracos a residencias y autobuses, el tráfico y micro tráfico
de droga, el robo en supermercados, así como otras modalidades de hechos
deleznables, que afectan la actividad social y económica de la ciudadanía y ponen
en entre dicho la eficiencia del propio estado, por ser él, constitucionalmente
el responsable de…“proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás
derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales
del Estado y de los particulares” (Artículo
2º De los Principios Fundamentales). No menos preocupante y criticable es
la actitud laxa, dubitativa y a veces complaciente de algunos de los que en el
poder judicial, les corresponde decidir e impartir sanciones, quienes a través
de “actos de pura y simple leguleyería”, comprometen y ponen en duda la credibilidad
y fe de los ciudadanos en la justicia.
No obstante, ante esta especie de
perturbación social, durante las 24 horas del día y de forma sostenida en los
12 meses del año, nuestra Policía Nacional Colombiana ha venido desarrollando
una política informativa-educativa-preventiva y hasta represiva, cuando así lo
ha requerido la situación de orden público. Pero tal vez una de las fortalezas más
relevantes de nuestra policía como institución, que goza del reconocimiento
internacional, ha sido la profesionalización de sus oficiales y suboficiales y
la especificidad de las direcciones que hacen parte de su estructura
operativo-administrativa, que la convierten en un muro de contención y tal vez en un antídoto,
en contra de aquellos que internacional y nacionalmente, han querido hacer de
la delincuencia una forma de vida. Pero ni la misión ni el camino para
lograrlo, han sido fáciles y es así como en el cumplimiento del deber, muchos
han sido los que han fallecidos (oficiales y suboficiales) y otros han quedado
lisiados de por vida, sin que ello haya quebrantado la férrea voluntad de la
institución y la vocación de servicio de sus funcionarios. Con las contadas
excepciones, en general podemos afirmar que…El
Policía….¡es una mano amiga!.. “Honor a quien honor merece” a pesar de los que
“usted no sabe quién soy yo”
Twitter: @OrlandoPereiraB
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