Fotografía D.R.A. |
Civil, política y jurídicamente, existe una clara caracterización de lo que es la Identidad y la Ciudadanía. Sin embargo, los hechos que a diario observamos, nos demuestran el poco interés y el real desconocimiento que la gente tiene de la importancia, la trascendencia y los verdaderos alcances de estos valores, como herramientas para el buen comportamiento cívico-social del hombre en sociedad, en el marco del estado de derecho.
Esto nos hace deducir, que la inducción familiar es poca o ninguna en las primeras etapas de la crianza del niño en el núcleo familiar, así como también la manifiesta falta de interés y compromiso de la mayoría de los docentes (a nivel de los distintos subsistemas educativos) para forjar y reafirmar en el futuro ciudadano, todas aquellas normas de respeto que deben regir su comportamiento en sociedad.
Todo esto se
traduce en una barrera para lograr el aprendizaje esperado y el modelo de ciudadano que se
desea a futuro en la edad adulta.
No menos importante, es la responsabilidad del estado (a todos sus niveles), enmarcada
en la propia Constitución, la cual le impone al ciudadano el conocimiento y cumplimiento
de los derechos y deberes civiles y políticos, como una obligación para el ejercicio
pleno de la ciudadanía.
En este sentido, es pertinente
advertir que la identidad de una persona, no solo responde o se concreta a una simple tenencia de un
documento físico de identidad, (una partida de nacimiento, un registro civil u otro),
como una cédula de ciudadanía o de identidad; antes por el contrario, va mas
allá por cuanto, si bien las características morfológicas de cada individuo (fisonomía,
huellas digitales, color de la piel y la estatura, entre otras), son importantes como rasgos
personales, la
identidad humana como cualidad, trasciende de lo meramente personal individual,
al entorno físico-social y ambiental, con el cual se interrelaciona y se nutre
el hombre como ser sociable. Por extensión, de ella también hacen parte el
conjunto de principios ético morales y valores humanos, conexos con los intereses
culturales y las costumbres propias del entorno vivencial urbano y de civilidad.
También forman parte, los vínculos filiales, las
tradiciones, las referencias históricas, la cultura en todas sus
manifestaciones, los hechos y vivencias personales, las fábulas y cuentos, así
como los monumentos públicos, plazas, mausoleos, salas de arte y también
aquellas otras actividades que enriquecen y dignifican la identidad y referencian
el gentilicio.
En
estrecha relación con la identidad, está el de ciudadanía, vista no solo como
un simple derecho político, sino también como aquella condición, enriquecida
por todos esos factores (internos y externos), que le dan “valor agregado” a la
identidad y van moldeando en consecuencia, la actitud ciudadana, así como el “deber ser” del comportamiento ciudadano. De allí, lo que señalé en un
artículo anterior...“muchísimos somos los ciudadanos, que por generaciones
hemos estado del lado del orden, del respeto y de la ‘invencible luz’ que nos
imponen las leyes y la Constitución”, con un claro y verdadero sentido
ciudadano y de pertenencia.
Contrapuestos a esta visión,
encontramos los malos
hábitos, tales como la corrupción, la deshonestidad el oportunismo y el interés
particular sobre el bien general, como formas de vida fácil., en donde algunos individuos parecen
actuar a “motus propio” y en ocasiones
amparados por la ingobernabilidad, la indiferencia y también con la
complacencia de las propias autoridades, todo esto en perjuicio de la mayoría de
los ciudadanos decentes. Solo basta fijarnos en la forma agresiva y actitud de
intolerancia con que a veces actuamos, la invasión de espacios públicos y
lugares que son símbolos de respeto, tales como plazas y monumentos, con la
complacencia de autoridades pertinentes. A esto se agrega, la decidía y casi
ninguna atención de los organismos públicos por la preservación y conservación
del patrimonio histórico, cultural y de los recursos naturales y en fin, el
poco sentido de pertenencia por el patrimonio nacional.
Las ideas precedentes, nos
obligan a revisarnos como elementos y pilares fundamentales de la sociedad y a pensar
en la búsqueda de estrategias, que ayuden en la formación en valores, que
integre a la familia, a las instituciones educativas y al propio estado como
garante de la educación y desarrollo de un país y a una rigurosa evaluación por
parte de la ciudadanía de los aspirantes a gobernarnos. Solo así gozaremos de
una plena identidad ciudadana y podremos defender lo que nos pertenece, como es
el estado de derecho consagrado en nuestra Constitución Nacional.
Prof. Orlando R Pereira Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB
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