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En esta
oportunidad, dejaré a un lado la temática que he venido desarrollando a través
de los artículos-reseñas sobre hechos, vivencias y costumbres de mi pueblo, publicados
en la columna “Encuentros Genealógicos Virtuales”. En tal sentido me introduciré
en un tema no menos interesante y complejo, como es el ejercicio de la actividad política, cuya práctica hoy en día está devaluada y duramente
cuestionada. Previo al desarrollo de las ideas que expondré, debo aclarar que mi
formación dista mucho de las áreas relacionadas con las ciencias
político-sociales y económicas, pero siendo ellas las de mayor incidencia en la
vida nacional y las que afectan toda la estructura de la actividad humana,
trataré de referirme a algunos aspectos de interés general, más por la
preocupación que me asiste para que no nos dejemos tentar y engañar de “timadores
políticos” con ofertas ideológicas engañosas de las que más adelante nos tengamos
que arrepentir y que por ende, podrían comprometer nuestro futuro, el de
nuestros hijos, el sistema de libertades y la libre expresión, como esencia y
razón de ser de la democracia. En este sentido, iniciaré esta exposición
apoyándome en un artículo de mi autoría titulado “Escepticismo o Abstención”, del cual extraigo los incisos
siguientes. En él sostenía:
“criticar
no significa en modo alguno, caer en el despropósito de hacer juicios de valor subjetivos
que ofendan la dignidad de persona alguna, por eso es necesario actuar con la
suficiente sensatez, prudencia y ser cuidadosos en nuestras opiniones y
decisiones”. En relación al análisis de este primer
inciso, muchos son los políticos que una vez transmutados en funcionarios
públicos, se revisten de una aureola de infalibilidad y de autosuficiencia
ejecutiva, a tal punto de adoptar como “modelo de gestión”, el desacato o desobediencia
de cualquier orden constituido. Un modelo así concebido, caprichoso y preñado
de subjetividad, sin un atisbo de acierto en cuanto a propuestas y ejecución de
políticas públicas u obras de interés social-comunitario y de poca disposición para
la solución cierta de problemas que afectan a las comunidades, inexorablemente
es una gestión vulnerable, susceptible y acreedora a la crítica, ella en razón
al derecho que como ciudadanos nos faculta y prevé la ley y la propia
Constitución Nacional de Colombia.....
....Seguidamente agregaba...“soy un convencido de que la
credibilidad política de los ciudadanos acerca de un candidato o gobernante, es
un acto de fe y de esperanza, más que una promesa vacía, la cual debe
traducirse en un compromiso recíproco de servicio y de entrega, basado en el cumplimiento
de las ofertas programáticas y de la palabra empeñada para resolver los grandes
y graves problemas que afectan a la sociedad y que dan lugar a los antagonismos
e injusticias sociales”. De este
inciso pudiéramos inferir, la desazón, el grado de frustración y pérdida de
credibilidad que puede irse incubando en el ciudadano como elector, al percibir
que su buena fe y confianza es horadada por el engaño y la mentira. Más cuando nuestras
opiniones son desechadas y ninguno de los potenciales problemas y calamidades
de orden social, que nos indujeron a elegir y depositar la confianza en un
determinado candidato, encuentran la esperanzadora respuesta y solución
esperada, y por el contrario, acrecientan la brecha social que cada vez se va
haciendo más contrastante y evidente...
....Y
cerraba las citas diciendo...“por eso, subestimar la capacidad de
análisis y los sentimientos de los electores y hacer de las campañas políticas,
un escenario para la demagogia, el insulto, la descalificación y el ventajismo,
como herramienta política, va en contra de la esencia de los principios
democráticos y de la razón de ser de la
libertad de expresión”. Este
inciso, tal vez recoja la expresión más aleccionadora (lapidaria) y la imagen del
retrato hablado de lo que ya viene ocurriendo, como un error de cálculo de aquellos
funcionarios electos para desempeñar cargos públicos y también en el que por lo
general han incurrido muchos políticos y representantes de partidos, incluyendo
a los del poder legislativo a todos los niveles, como es el de subestimar el
poder de decisión del ciudadano de elegir.
En
relación a las anteriores consideraciones, es notorio observar como el poder
ejecutivo en sus tres niveles de representatividad, en complicidad con el
legislativo, desvía su atención de los problemas que más afectan al ciudadano
común y adolece de respuesta y soluciones verdaderas, por la inexistencia de
eficaces políticas públicas, en contravención a los requerimientos e intereses de
sus gobernados. De allí, la cuestionada salud y seguridad social, la deficiente
educación pública, la poca generación de empleo estable y de calidad, la
corrupción generalizada y su encubrimiento por sistemas financieros
inescrupulosos (paraísos fiscales), el pago de coimas y favores, la inseguridad
ciudadana y la delincuencia
apabullante que trunca la esperanza y la vida de los colombianos sin escrúpulo
y rubor, así como la no aplicación oportuna de justicia por la
connivencia de algunos jueces pusilánimes y laxos, que han ido incrementando la
falta de credibilidad en la justicia y en los políticos, en los gobernantes y
la desconfianza en las instituciones y en el propio estado.
Así
también, la aprobación de la ‘Reforma
Tributaria’, más parecida a un “menú dietético hambreador”, que convierte como
por arte de magia los sueldos y salarios de los trabajadores en sal y
agua, parecieran ser el ‘caldo de
cultivo’ del que se nutrirían, algunos candidatos
al Palacio de Nariño. Estos, como ‘pescadores en río revuelto’, pretenden
vendernos sus recetas mágicas y modelos empobrecedores inviables y pasados de
moda, que no solo conllevarían a una verdadera crisis política, sino también a una
crisis económica, social y alimentaria. Por eso, para las próximas elecciones
presidenciales, de lo que se trata es de ELEGIR y ELEGIR bien y no creer ni
votar por experimentos ideológicos fracasados, tal como ocurrió con el hoy
aspirante y ayer soberbio gestor del más ineficiente servicio de aseo urbano de
Bogotá. Por eso no botes tu voto y no te equivoques porque “PUEDE SER PEOR EL
REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD”. No comas
cuento....
Prof.
Orlando R. Pereira B.
Twiiter: @OrlandoPereiraB
Twiiter: @OrlandoPereiraB
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