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En muy pocas veces me he detenido a sostener conversaciones sobre aspectos de política y ello obedece fundamentalmente a que no poseo militancia partidista, así como a ciertas consideraciones de respeto por la opinión divergente de otros y al temor que me abriga, al pensar que en la defensa de mis creencias y convicciones, pudiera herir susceptibilidades de amigos y personas de mi más alta estima y consideración.
Pero ello en modo alguno, me exime de participar y emitir algunas opiniones de asuntos de interés nacional, como individuo con identidad y ciudadano con plenos derechos y deberes, inmerso en una relación social, política y económica de beneficio e interés común. Con esta disertación, lo que pretendo es aportar algunas ideas que pudieran complementar voluntades, esfuerzos, acciones y formas, que rediman el interés colectivo y privilegien el conocimiento y la razón del ciudadano común, así como la ética y la decencia en los procesos electorales, al momento de ejercer “El Derecho y Poder del Voto”.
Y es que como ya lo hemos
argumentado en escritos anteriores, el poco acierto y a veces la dudosa elección de un “político aspirante”, a través de
la manipulación del elector y la compra de Votos (mercantilismo electoral), así
como la llegada a la administración pública de funcionarios inescrupulosos y de
dudosa reputación (por la modalidad de libre nombramiento y remoción y a veces
por la cancelación de dádivas), va dejando
un halito de frustración y desencanto y en la mayoría de los casos, un manto de
dudas en lo profesional, ético y moral, por el mal manejo de los bienes
públicos. Así nos lo evidencia las prácticas y actuaciones deshonestas de algunos
funcionarios, en lo concerniente a la firma y otorgamiento de contratos para
las ejecuciones de obras, sin que medie el más elemental recato y apego a la
norma establecida.
Aquellas formas deshonestas de competir
y actuar, parecen ser el origen de todos los subsiguientes males que ‘corroen,
carcomen y erosionan’ las bases económicas, sociales y políticas de Colombia
como Nación y que hoy comprometen el bienestar y la credibilidad de la gran
mayoría de la población, en sus dirigentes y funcionarios públicos. Pero es en la administración pública, con sus
pocas excepciones, en donde la corrupción, cualquiera sea su modalidad, encuentra
su mayor asidero. La más conservadora caracterización de la corrupción, nos
alerta sobre los efectos negativos y las consecuencias de este mal social en la
gestión pública. Sus impactos negativos y dañinos, son para la economía, para
la democracia y para la estabilidad de un país, lo que la contaminación es para
el medio ambiente, con toda su carga de agresividad incontenible.
Ante este escenario de ‘jaque
mate’ al comportamiento ético y al derecho ciudadano, las propias leyes nos facultan
en lo individual y en lo colectivo, para desarrollar algunas acciones eficaces de
corto, mediano y largo plazo, que contrarresten toda forma de corrupción y procederes,
que lesionen el patrimonio público y por
ende, la confianza de los electores. Por eso, independientemente de las
previsiones y sanciones que por ley le corresponda a los organismos del
ministerio público aplicar y ejecutar, así como también a aquellas instituciones
responsables directos de velar por la pulcritud del acto de votación
(Registraduría Nacional), también a nosotros como ciudadanos nos corresponde actuar,
para denunciar y evitar que aquellos delitos como la trashumancia (trasteo)
electoral y la compra de Votos, continúen enseñoreándose como un acto normal de “el derecho y poder del voto”, en perjuicio
de la voluntad e interés de las mayorías.
Otra de las acciones a seguir por
parte de la ciudadanía en la época pre - electoral, serían la inducción y
orientación del elector, a través de escritos y otras técnicas de la
comunicación virtual sobre el significado, importancia y trascendencia de
preservar los valores cívicos, en correspondencia con su decisión de saber
elegir y votar por un candidato, sin que medie otra cosa distinta que no sea su
propio criterio. Para esto, hay que considerar en los candidatos, algunos factores
humanos y rasgos personales que permitan evaluar y comparar cualitativamente, cuáles
de los aspirantes cumplen con los requisitos de honestidad, que garanticen una
gestión libre de corrupción y componendas administrativas. Aunque algunos críticos sugieren la estrategia
del ‘Voto Nulo’, como una opción de castigo a los corruptos y otros hacen uso
inadecuado de clichés como ‘castígalos...no votes por oligarcas’, difiero de
los primeros porque el ‘Voto Nulo’, pudiera ser efectivo como castigo, pero no
deja ningún aprendizaje o enseñanza correctiva del problema y por el contrario,
incrementa la abstención. Mientras que los segundos incurren en un error conceptual,
que tampoco aporta ninguna solución al problema y más bien da paso a los
oportunistas que privilegian políticas extremas y engañosas y como he sostenido
en forma reiterada, “Puede ser peor el remedio....que la enfermedad”.
Orlando R. Pereira Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB
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