Imagen D.R.A. |
Comienzo por aclarar que todo lo que expreso en este escrito, está circunscrito a los preceptos y normas de respeto y consideración que se merecen las personas que aluda en este relato. La cita que de ellos hago obedece precisamente, a la necesidad de darles el justo reconocimiento a los aportes que con su trabajo y esfuerzo hicieron estos personajes en beneficio de sus familias y del terruño que los vio nacer y que los hacen dignos merecedores de nuestro afecto y del recuerdo de sus vivencias que nos impregnaron de cultura y sabiduría.
Desafortunadamente y es costumbre, se hace del tiempo “pos morten”, el momento más oportuno para reconocerle a nuestros deudos, todo aquel legado de cualidades y experiencias que hicieron de sus vidas una historia individual de nobleza y altruismo, como ejemplo digno de seguir perpetuándolos en el tiempo. Y estos son nuestros “homenajes póstumos”, porque ellos también hicieron la historia:
Iniciamos estas microhistorias
con “tío pajo”, así cariñosamente llamado, y dueño de la pequeña fábrica
artesanal productora de ladrillos rojos, cuya ‘composición química y fórmula de
preparación’ era de su exclusivo conocimiento y de nadie más; dicha fórmula les
confería una calidad refractaria inigualable, gracias también a la técnica de cocción
en un rustico horno de leña y carbón vegetal. Por su calidad, resistencia y
acabados, estos ladrillos eran muy
requeridos por gente de refinado gusto, quienes los empleaban para la
construcción de finas cocinas y el revestimiento de columnas en salas y en comedor.
Su ubicación era un lugar semi enmontado
contiguo a “Las Cabras”, una de las pocas comunitarias fuentes de agua de la
población, en donde se daban cita los “jarreadores” y vendedores del vital
líquido y la mayoría de mujeres expertas lavadoras de ropa sobre piedras, con el “jabón
de perro” quita sucio y el famoso manduco de palo artesanal....Ya en dirección hacia
donde hoy queda la Planta de Tratamiento y el Tanque del Acueducto, un paso
obligado era el puente de “María el Bongo”, en cuyos humedales se visualizaba una
gran siembra de juncos silvestres, materia prima para la confección de Esterillas
para la protección del lomo de las bestias en monturas de borriquete, de sillas
y también usadas en trojas para dormir.... Y desviándonos hacia “Penjamo”, sector donde funcionó un antiguo cabaret, muy
cerca se ubicaba la casa-taller del señor Pepe Villa, quien hizo de la herrería
su gran actividad laboral; su labor en la reparación de muelles o platinas como
sistemas de suspensión de rudimentarios automotores (autobuses, camiones y pequeños
automóviles), la fabricación de marcos y rejas de seguridad para viviendas y jardines,
junto con la fabricación de hierros para
el marcaje de semovientes fueron su gran sustento de vida. Oficio similar hacía
el señor Juan León, quien vivía en la calle Lomba y con su colega Pepe, eran de
los pocos herreros especialistas dedicados a esta importante labor. Ya camino
hacia el barrio “La Laguneta”, ahora en la lista incluimos al señor Fernando
Villa, quien desde las primeras horas de la madrugada, con el rugir de su enorme
camión a manera de despertador, recogía la carga de variados productos como casabe,
queso, mantequilla, sacos de bollo, de yuca y otros rubros ‘pan coger’ del
campo para su transporte a Cartagena y ya
de vueltas en Arjona, en horas de la tarde y entrada ya la noche, repartían los
pedidos y surtidos de víveres y abarrotes que por encargo requerían las tiendas
de diferentes sectores de la población.... parecida actividad realizaba en una
leal competencia de trabajo, el señor Pello Martínez con su camión, después de haber
dejado su oficio de toda la vida, como fue la carpintería especializada en la
construcción de techos de viviendas en el pueblo y corrales de madera en muchas
de las fincas en donde requerían de su experiencia y eficiente labor. Viniendo desde donde Pello en el bario
Soplaviento pero subiendo por la misma Calle del Mercado (antaño famosa por sus
carreras de caballo en fechas de San Pedro y San Pablo) en la esquina que
empalma con la Calle del Nacimiento, se identificaba por sus agresivos y
fuertes olores, la Curtiembre de pieles de res de los hermanos Núñez, quienes
empleaban como aderezo del proceso de maduración y tinción, además de un cuarto
oscuro, la fruta del árbol de dividivi, recogidas por los muchachos en las
fincas aledañas y que vendían a la Curtiembre para teñir y darle valor agregado
en color y textura al cuero laboriosamente acabado. Mucha de la producción de
esta Curtiembre se empleaba en Talabartería, en la elaboración de artículos de
cuero, siendo uno de los hermanos Núñez, de nombre Narciso, un curtido y
experto en ‘hechuras’ de sillas de montar y abarcas tres puntá. Mientras, otros personajes en la calle de la
Palma, como los hermanos Dagoberto y Eustorgio Martínez Truchón, agradables y
finos zapateros, fabricaban y hacían calzados de suela cosida por encargo y a la
medida del cliente, así como manillas y cinturones en una variedad de estilos y
color. En la misma calle y un poquito más abajo, vivía la seño Rita Nieto, especialista
en inyecciones contra mal de rabia, tifoidea y otras enfermedades, a quien su
sutil y delicada mano hacía la mejor inyectadora
de la urbe municipal.... Un poquito más allá de la muy conocida y querida
familia Nieto, la casa del versátil, eficiente y único reparador de relojes que
había en el pueblo, ese era Víctor Panizza, un hombre dócil y de carácter
apacible y buen conversador. Ya de regreso por la misma calle y tomando el
arroyito que intercomunica la Calle de la Palma con la Calle del Coco, seguro
que algún chiste o anécdota inverosímil te haría escuchar, reír y disfrutar en la
persona de José “Icollantas” Castillo, mientras reparaba una llanta con mucha
destreza y una fuerza descomunal. Aunque
ya vamos finalizando, otras semblanzas más les debo contar, una es la del señor
Héctor Hernández, diestro y fino orfebre de joyas, quien con su conocimiento y
experiencia hacía del “oro quebrado”, las más bellas y exquisitas prendas para
lucir....Nadie me lo perdonaría si no incluyo en estas crónicas a don Luis
Hormechea, hábil y empírico extractor de muelas, sin mucho miramiento y compasión,
así como a Pastor Muñiz a quien le bastaba un buen pañuelo, para con su dedo
índice y el pulgar, dar buena cuenta a su cliente de la extracción dental...
También es justo mencionar al Sastre Rafa Pérez y al señor José Tristancho,
expertos confeccionistas de Trajes y Vestidos de la última moda para estrenar
en fiestas memorables y fechas de ocasión. Y que no decir de la producción casera
de las ricas y deliciosas conservas de leche, de plátano, guayaba y batata que,
semanalmente en pailas de cobre, preparaban, la señora Juana Payares y Doña
Cleme de Herrera, para satisfacer la demanda de dulces de las tiendas y pedidos
por encargo para regalar.
Prof. Orlando R.
Pereira Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB
Twitter: @OrlandoPereiraB
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