HEDORES, PESTILENCIA Y CORRUPCIÓN.... ¡FOO!

Imagen D.R.A.
Desde aquel añejo y conocido olor a “pachuli”, famoso y penetrante perfume de untadas festivas, muchos han sido los nuevos aromas y fragancias artificiales que la química de la cosmetología moderna, ha lanzado a un mercado mundial cada vez más exigente y competitivo en artículos de fina fragancia y de belleza.
Otros olores, por el contrario muy desagradables, eran los de las hojas de ‘anamú’ las que al estrujarse, actuaban como un eficaz ‘disolvente’ de festivas y amenas reuniones de salón, por lo que se les conocían como las ‘derrota baile’. Y qué decir de los agresivos olores de los gases producto de la ventosidad digestiva, expelidos discreta y disimuladamente sin querer queriendo. Pero hablar de olores desagradables, es ubicarnos como estudiantes en un laboratorio de química, en cuyas prácticas de análisis cualitativo, se obtenían a partir de otros precursores químicos, una variedad de irritantes y nauseabundos olores, tal es el caso del gas sulfhídrico o ácido sulfhídrico, cuyo olor a huevo avícola descompuesto, producía además de los movimientos antiperistálticos estomacales, la obligada estampida de personas del recinto universitario. Su olor muy parecido también al del gas metano, gas este que se genera por la descomposición de sustancias orgánicas biodegradables en los lugares de disposición de basura, así como en letrinas, en chiqueros, en caños y canales de aguas residuales estancadas. No menos repugnante es la pestilencia del lixiviado o agresivo líquido que se segrega por la compactación de la basura domiciliaria. No está demás advertir que algunos gases, tal como el propano de uso domestico para la cocción de alimentos y de uso comercial e industrial, se les adicionan olores artificiales característicos, a objeto de poder identificar cualquier fuga y el eventual peligro que entraña su presencia y manipulación.
Pero como este escrito no es una exposición de cosmetología y promoción de finas fragancias, ni tampoco una clase de química, valgan aquellos ejemplos, para establecer en sentido figurado, un símil con los “hedores” y pestilencia que hoy abruma a los colombianos, producto de la podredumbre que nos vienen ocasionando las múltiples y variadas formas de corrupción. Corrupción esta, que se ha entronizando como cultura en el ejercicio político y en el ámbito judicial, con las debidas excepciones, con incidencia en las distintas esferas de los organismos públicos, así como en aquellos niveles con poder de decisión, entiéndase parlamento (Concejos, Asambleas y Congreso), tribunales y rama judicial (Magistrados, Jueces, Fiscales y hasta Abogados). Así pues no es tarea fácil, pero tampoco una misión imposible, desenmarañar esta telaraña corrupta, hilvanada a través de una entramada y vulgar sociedad de cómplices, de innobles procederes jurídico-políticos en contra de la confianza depositada por un pueblo colombiano desesperanzado, cada vez más golpeado en lo económico y en lo social, que no solo afecta internamente en la credibilidad en las instituciones, sino que también nos posiciona ante el mundo como un país sin ‘seguridad jurídica’ para la inversión y en vías del resquebrajamiento moral.
Hoy no solo nos abruma los ‘hedores’ de la delincuencia ‘común e informal’, esa que roba gallina, la que atraca autobuses, la que asalta supermercados en busca de chocolatinas, prendas de vestir y alimentos, la que roba celulares, la que asesina inmisericordemente y sin piedad ni escrúpulos. Como si eso fuera poco, hoy en día también nos abruman los ‘hedores’ que nos dicen que los índices y formas de delinquir tienden a crecer y que su perfección y progreso van en alza, estimulados tal vez por la actitud lasiva de algunos jueces indolentes, cuyas decisiones siempre se basan en la ‘no flagrancia’ para justificar la libertad incondicional del delincuente, dando al traste con el esfuerzo de la Policía. Más grave aún, es el ‘hedor’ que destilan ciertos abogados inescrupulosos quienes con artilugios o formas leguleyas sin ningún asidero legal, se apropian bajo engaño de los bienes y propiedades de sus ingenuos ‘defendidos’ (vea 7mo. Día). Pero cuando no es la vulgar delincuencia, son los propios operadores del poder legislativo, quienes ‘a motus propio’ van diseñando y estructurando la famosa telaraña envolvente de poder, cuyos réditos no son otros que la capacidad para negociar cargos en la administración publica y la obtención de robustos emolumentos económicos por demás nauseabundos.
Ya para finalizar, capítulo aparte merecen las componendas y lineamientos partidistas, supuestamente para lograr acuerdos (pura mermelada) en proyectos de interés nacional y en beneficio del pueblo llano, tal como sucedió con la verraca ‘apretada de cintura’ que nos dieron con la aprobación de la hambreadora ‘reforma tributaria’ y su impopular incremento del IVA al 19%, como regalo edulcorado post plebiscito. Y es a partir de estos arreglos políticos, dónde comienza a configurarse la pérdida de recato, el no apego a los principios de honestidad política y la indiferencia por el “no me importa el que dirán”. Ejemplo de esos “hedores, pestilencia y corrupción”, son los casos del ex gobernador de Córdoba y los soborno del ex Fiscal moreno de piel, los dineros depositados en los llamados paraísos fiscales, el lavado de activos y acumulación de riqueza por intermediación para la ejecución de obras en la infraestructura vial por Odebrecht, así como el pago de supuestos favores que involucran a magistrados y ex... de la Corte Suprema de Justicia y a algunos Congresistas colombianos, así como los casos de la ‘Heroica’ Cartagena. Epílogo: Los ‘hedores’ de la corrupción y del dinero mal habido...Apestan, pero que eso no nos induzca a entregar nuestra libertad y deseos de vivir en democracia.
Orlando R Pereira Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB.

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