Fotografía D.R.A. |
Como un reconocimiento
postrero a los que allí vivieron, en las páginas “Arjona Informa” y en éste blog,
publiqué... Arjona: “Hechos Inéditos y Reminiscencias”.
En este escrito, hice una descripción de un imaginario recorrido alrededor del perímetro
donde hoy está ubicada nuestra Plaza Municipal, conformada por la bella Iglesia
de Nuestra Señora de la Candelaria y el Camellón Principal, este último, otrora
bello espacio apacible y tranquilo engalanado con escaños de fina confección en
cemento y un acabado revestimiento del más puro mineral de granito donde las
tertulias, las narraciones de fábulas, la chismografía sana y el desfile de bellas y encantadoras “pelas” por las
tardes, eran el orden del día. Así también lo eran, las luminarias (faroles) acordes
a la época y la presencia de grandes y verdes pinos que se convirtieron en la estación
obligada de una variedad de pájaros, donde anidaban canarios y pernoctaban
cientos de golondrinas, que nos deleitaban con sus repetitivos e incesantes aleteos
y finos cantos, con el que anunciaban la llegada del inexorable atardecer y el
amanecer del nuevo día.
Con el devenir del
tiempo, aquella época de la Arjona semi urbana, la de calles empedradas y
polvorientas, la de la celebración de las fiestas en corraleja, la de los kioscos de expendio
de frescos y bebidas amargas, la de los juegos de azar y de sabrosas fritangas,
la de juegos de bolita de caucho, la del bate a la tapita y la de la parada de
autobuses en la plaza municipal, fue abriéndose paso al desarrollo con la
adecuación de calzadas, de andenes y ornamentación, gracias a la toma de
decisiones en lo referente a la eliminación, regulación y control de la presencia de “mercaderes” en dicho
espacio público. Pero esa regulación y esos controles, trascendieron más allá
del entorno de la plaza y fue así como, de común acuerdo con el transporte automotor
en asocio con las autoridades, se estableció un tiempo límite para la movilidad
y recogida de pasajeros a puerta de casa, tiempo este que comprendía la salida
desde la plaza y un recorrido completo por las únicas calles asfaltadas del
pueblo, como eran las del Coco, las Palmas, la Juncal, Del Nacimiento, Simón
Bossa López en dirección hacia el barrio de la Estación, la av. Girardot con retorno
por la calle del Nacimiento y giro en la esquina del teatro Cecilia, con
entrada a la plaza por la esquina de Eustacio Orozco. Al llegar a la plaza, de
inmediato se le daba despacho hacia Cartagena, lo que hacían tomando la Calle
20 de Julio rumbo al barrio del Carito y Turbaquito.
La exposición
precedente, nos induce a visualizar una época relativamente reciente, rica en cultura
y de respeto por el espacio público y la movilidad ciudadana, en torno a nuestra
plaza municipal y lo que ella representaba con sus bellos y emblemáticos monumentos.
Con el transcurrir del tiempo, aquella situación de uso racional de nuestros
espacios públicos y sana convivencia, entró en franco deterioro y declive, al
punto de alcanzar altos niveles de insubordinación de personas por el orden
constituido, gracias a la indiferencia y a la poca o ninguna atención de las sucesivas
administraciones municipales. Esto se tradujo en una especie de piedrita en el
zapato para la gobernabilidad de los alcaldes de turno. Esa actitud pusilánime y hasta connivente, de
lo que debió ser en su oportunidad, una toma de decisión, basada en el
principio de autoridad y ajustada a los niveles de competencia municipal, trajo
como consecuencia lo que hoy expreso y afirmo: “LO QUE ES DE TODOS... SOLO LO ES DE UNOS POCOS”. Y es que bajo la insostenible premisa de
la falta de trabajo y el derecho a la sostenibilidad económica (algunos desvirtúan
los fundamentos constitucionales), tal como lo explico en mi artículo, Arjona: “Tierra de Gente Egregia y Plaza de
Mercaderes” (01-03-2017), cada uno de los comerciantes que hacen uso
abusivo de dichos espacios, ya casi se abrogan la titularidad y propiedad de nuestra
Plaza Municipal e impiden el pleno disfrute y los trabajos de remodelación, embellecimiento
y ornamentación previstos.
Como lo he
sostenido en el aludido artículo, no se trata de enfrentar, ni atropellar, ni de
impedirle a nadie el derecho y el libre ejercicio laboral, más cuando se trata
de una iniciativa y actividad sana y rentable para el sostenimiento de la
familia. Lo que debe entenderse y aceptarse es que las plazas públicas, los
cementerios, museos, bibliotecas y ateneos entre otros, son parte del
patrimonio cultural, sagrado e histórico de la identidad de los pueblos y como
tal, espacios para la recreación y esparcimiento sano de todas las personas y
sus familias, basado en el respeto institucional. No son áreas para la mercadería
informal y otras actividades reñidas con el “deber ser”. Por eso, cuando el día
miércoles por iniciativa de la alcaldía, se vio el esfuerzo conjunto de las
dependencias municipales como, la Sec. General y de Gobierno, Sec. de
Planeación y Obras Públicas, Sec. de Transito y Transporte, la Personería, la
Comisaría de la Familia, la Policía y el Esmat, no puede uno dejar de reconocer
y valorar las buenas intenciones para corregir un problema municipal que se ha
hecho crónico y como una “metástasis social” ha afectado la calidad de vida de
los arjoneros. Hoy cuando terminaba estas humildes opiniones, me entero que el
desalojo aunque efectivo y de buena acogida por la ciudadanía, ha sido
desobedecida por unos reincidentes, que no aceptan las medidas de desalojo, por
lo que creo que es la propia comunidad a través de las asociaciones de vecinos
y juntas de acción comunal y los propios comerciantes formales, los que deben
apoyar las acciones de la alcaldía y velar con la policía por la preservación
del lugar... ¿Y cuál ha sido el papel de los Concejales?
Orlando R Pereira
Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB
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