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A propósito de los desastres naturales, valdría la pena preguntarnos si en alguna ocasión no hemos sido testigos de excepción e inclusive, propiciadores directos e indirectos (individual o colectivamente) de incidentes y accidentes, unos leves y otros no menos graves por irresponsabilidad, imprudencia, desconocimiento o mala praxis en la realización de ciertas actividades humanas. Cualquiera que sean las causas, la ocurrencia de tales hechos de naturaleza antropogénica, no nos exime de responsabilidad, ya sea por acción o por omisión involuntaria.
En ese orden de ideas, en el ámbito doméstico, personal y/o laboral, encontramos una variedad de exposiciones, todas ellas previsibles en su ocurrencia y en la magnitud del daño que pudiesen ocasionar. Aunque abundan los ejemplos, entre las primeras están las que se derivan de la actividad doméstica en el hogar, tales como, las ocasionadas por descuidos en el manejo de cocinas (estufas), por imperceptibles fugas de gas, derramenes de líquidos calientes susceptibles de generar graves y dolorosas quemaduras, presencia de niños en lugares de alta accidentalidad sin la custodia o supervisión de personas mayores, velas encendidas al interior de las casas, generadoras de monóxido de carbono gas altamente venenoso y hasta de incendios, depósitos de aguas estancadas productoras de agentes patógenos y en general, muchas otros eventos que pudieran comprometer la salud y la seguridad de sus moradores.
Más grave aun, son las exposiciones inducidas por
la irresponsabilidad e imprudencia de personas cuando, por ejemplo, conducen un
vehículo con niños pequeños o mascotas en brazos, o cuando lo hacen con elevados
niveles de ingesta de alcohol y hasta en estado de total ebriedad, cuando se
surte de combustible a vehículos de transporte con la presencia de pasajeros en
su interior, o se propician incendios forestales difíciles de controlar, tala
de arboles que ocasionan desertificación de extensas áreas y cuyas
consecuencias son las grandes erosiones o cuando se desvían los causes de ríos
y quebradas para la construcción de viviendas en lugares que ofrecen fallas de suelos
y adaptabilidad, susceptibles de sufrir afectación por deslaves y vaguadas, así
como otras tantas y graves imprudencias, como otorgar permisos a empresas constructoras sin la
debida certificación operativa. A nivel laboral, no son menos los accidentes y
daños a la salud, cuando se transgreden y no se cumplen las normas de seguridad
industrial requeridas y se realizan actividades de alto riesgo, desprovistos de
los implementos de prevención y protección requeridos.
Distintas son las
calamidades por causas no antropogénicas, tales son los terremotos, los huracanes
y los tornados, que tienen su origen en la propia naturaleza, los que
traducidos en impactos negativos, ocasionan los más grandes y graves desastres
a la humanidad. No referimos las causas que dan lugar a estos fenómenos, así
como a otras características que les son propias a cada uno, como es la ubicación
y localización, la intensidad, velocidad y desplazamiento, alcances de propagación
y los efectos y magnitud de los potenciales daños que cada uno de ellos pudiera
producir, por su alta complejidad, porque es incumbencia de la Geología (Ciencia
de la Tierra) y la Meteorología.
Valgan las situaciones
anteriormente descritas, para recordar cuan importante es el conocimiento de
las normas de prevención de riesgos, el adiestramiento individualizado o
colectivo, como medidas para evitar o minimizar los impactos que pudiesen
ocasionar los potenciales accidentes laborales, así como el poder destructivo de
eventos naturales como los indicados. Por
eso, en el campo laboral-industrial, el uso adecuado de implementos de
seguridad personal para cualquier desempeño evitaría no solo la ocurrencia de incidentes
menores y accidentes lamentables, sino también enfermedades ocupacionales con
altos costos económicos por incapacidad y muerte. En los segundos, a pesar de los avanzados
conocimientos que existen sobre la actividad sísmica, la variabilidad del clima
y las causas desencadenantes de huracanes y tornados (temperaturas, presión y
vientos), lo sorpresivo y la rapidez con que se dan estos fenómenos, impiden predecir
con rigurosa exactitud el momento preciso de su ocurrencia y solo las voces de
alerta y la prevención, surgen como medidas de
mitigación de daños. Hoy son muchos los países que han adoptado una
variedad de medidas preventivas, como la construcción de edificios antisísmicos,
operativos de simulación sismológica, formación y especialización de brigadas
de rescates (defensa civil, bomberos y cruz roja), creación de redes
especializadas sobre la actividad sísmica, como el Servicio Geológico
Colombiano (para la alerta de sismos y sus características), establecimientos
de puntos de encuentro y refugio de personas y de primeros auxilios, así como operativos
de evacuación rápida, entre otras medidas.
En muchas ciudades
y pueblos se adolece del conocimiento debido y de un equipo humano que
garantice una eficiente capacidad de respuesta, ni se cuenta con una unidad de
bomberos lo suficientemente preparada y dotada.
Orlando R. Pereira
Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB
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