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En algunos
artículos que he escrito, he tratado de llamar la atención de las autoridades
del Distrito Turístico de Cartagena de Indias, sobre una variedad de situaciones-problemas,
que dejan en evidencia el progresivo deterioro de importantes activos
ambientales del patrimonio natural local, así como la afectación de algunos
otros emblemáticos lugares de la ciudad.
Dichas observaciones constituyen un ‘diagnóstico
e inventario ambiental’, que muestra el poco interés y principalmente, la falta de gestión de los distintos
organismos dependientes de la alcaldía con competencia en el ramo, para hacer
de dichos recursos un polo o eje de desarrollo económico sustentable y un bien
de gran utilidad pública. Pero parece
ser que desde el 13 de Marzo de 1988, fecha en la que inició gestión el primer
alcalde electo, hasta el interrumpido mandato del hoy ex alcalde Manuel Vicente
Duque, la falta de visión de la mayoría de los alcaldes (8), ha sido la
característica más importante.
En ese sentido, innumerables
han sido las sugerencias razonadas
sobre el Mercado de Bazurto y la necesidad de su impostergable reubicación, dado
los impactos que este ocasiona al entorno social y su relación con los no menos
agresivos impactos ambientales que se le ha venido ocasionado a la Ciénaga de
las Quintas y al Caño de Bazurto, por vertimiento de aguas residuales y una
variedad de desechos sólidos. Así también la afectación de la Ciénaga de San Lázaro,
por causas de su sedimentación y la eutrofización de sus aguas, cuyas
consecuencias son entre otras, la muerte (en ocasiones) de grandes cantidades
de peces por falta de oxígeno y hasta la afectación de los manglares. Por
extensión, este diagnóstico también incluye la posible desaparición del cause
del Caño Juan Angola en el perímetro comprendido desde el puente Benjamín
Herrera (Torices-Marbella) hasta su desembocadura en la Ciénaga de la Virgen, a
causa de su sedimentación natural y también la inducida por la acción
irresponsable de los botadores de escombros.
No menos preocupantes
han sido las actividades de relleno, acompañadas de las invasiones que permanentemente
se realizan en todas las márgenes circundantes de la Ciénaga de la Virgen, tal
como sucede en el sector de Caimán y a la entrada del anillo vial sector Hotel
las Américas, lo que va ocasionando un retroceso en la superficie de este
importante ecosistema acuático. Han sido públicas y notorias las denuncias
sobre la deforestación e invasión que desde hace tiempo se han venido dando en las
laderas del Cerro de la Popa, con la mirada complaciente y anuencia politiquera
de las autoridades de turno, cuyas consecuencias son las fallas geológicas y erosiones
del suelo (derrumbes) que ponen en peligro la estructura del antiquísimo
convento y dan lugar a las grandes sedimentaciones en los sectores aledaños. Al
omitir la descripción de otros hechos que pudiesen comprometer el patrimonio
acuífero de Cartagena, como es la propia Bahía de las Ánimas, el diagnóstico también
incluye al moribundo acuífero de El Laguito, hoy convertido en un monumento a
la desidia, abandonado y próximo a convertirse en una letrina ambiental, sin
que las autoridades competentes ofrezcan una solución para su rescate y
adecuación para lo que antes fue un sitio de esparcimiento náutico. Mención
especial, merece la inundación de las calles del centro amurallado, las que en época
de lluvia nos ubica en la Venecia del Mar Adriático, lógico está, sin su Catedral
de San Marcos, su Puente Rialto y sus famosos paseos en Góndolas, pero si con
un servicio de drenaje obsoleto sin que exista un proyecto de mitigación del
problema.
Desde el punto
de vista ambiental, el precedente inventario tal vez sea una opinión marginal
sin importancia, de poco o ningún valor y tan solo sea la “ crónica de una muerte anunciada” de estos recursos naturales, muy
parecido a la falta de previsión, tal como se evidencia con lo que viene ocurriendo
con el complejo habitacional “Proyecto Acuarelas” de la Sociedad Promotora
Calle 47, cuya construcción en la carrera 17, interferiría la visual del
emblemático monumento Castillo de San Felipe de Barajas. Al respecto, como jurídicamente lo referencia el
articulista Carlos Villalba Bustillo en su columna Malecón (El Universal) del
22-10-2017, “...callamos mientras los inversionistas recalaban en el punto de
no retorno... cómo callaron el concejo, los parlamentarios, los gremios y los
veedores...”. Diría yo... ¡Así es como se gobierna en nuestra Cartagena de
Indias!
Y es que a todo
este rosario de problemas de la Cartagena marginal, se le suman otros hechos
que parecen ser una constante en la administración pública distrital, como son
los supuestos actos de corrupción que hoy han puesto en tela de juicio al
alcalde y a la mayoría de los integrantes de la corporación edilicia, lo cual
contrasta con la imagen épica y heráldica que proyectamos al mundo de nuestra
ciudad colonial.
Para finalizar y
con la ilusión de un hijo adoptivo de Cartagena, me he imaginado las bondades de
una buena oferta turística y la importancia de este renglón para la economía
local. Para ello se requeriría la
adecuación de la carrera 17 (frente al Catillo) libre de talleres mecánicos y tarantines,
de la habilitación del Callejón del Espinal y de la Calle Real del Espinal como
infraestructura de servicios, con pequeños locales comerciales (vitrinas) para
la venta de artesanía, así como para la promoción y desarrollo de otras actividades
relacionadas con el turismo y la cultura de la ciudad y la costa en general.
Esto garantizaría la prestación de un mejor servicio, atención y seguridad de
los visitantes al Castillo de San Felipe y le ofrecería mayor esparcimiento
durante su recorrido y estadía en la fortificación.
El
reclamo extemporáneo, también nos hace cómplices y solo nos queda ironizar afirmando
“tarde piaste pajarito”, lo que para un buen entendedor se traduciría en algo
así como...actuamos tarde.
Orlando
R. Pereira Bustillo
Twitter: @OrlandoPereiraB
Twitter: @OrlandoPereiraB
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